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La Pila de las culebras


Las Marías Lenguas eran cuatro comadres del pueblo de Tapalpa, Jalisco, quienes se ganaron tal apodo debido a la facilidad que tenían para calumniar a las personas y vivir del chisme.
De todas ellas no se podía escoger a una peor, pues parecía que el cotilleo era una profesión muy bien aprendida por todas, y todas las tardes se reunían en torno a una fuente cercana a su casa para hablar de los demás, diciendo cualquier barbaridad que les llegara a la mente.

Uno de tantos días cuando realizaban su acostumbrada reunión, se acercó a ellas el Indio Macario, al escuchar sus cotilleos, este les advirtió sobre lo grave que era estar hablando de las personas, sobre todo hacerlo a sus espaldas. 
Las Marías se carcajearon; no conforme con eso, también insultaron al hombre, e hicieron burla de él de todas las formas que pudieron. Una vez más, el indio se dirigió a ellas advirtiendo que regar tanto veneno encima de la gente no era una practica sana y les traería horribles consecuencias.

Pero cuanto mas hablaba el hombre, mas se reían ellas con insensatez total y sus insultos subieron de tono hasta volverse agresivos. Lo que ellas no sabían, era que Macario tenia conocimientos de magia otomí y puso sobre ellas un conjuro en esta lengua, luego les explico que tras haberles dado la oportunidad de detener sus confabulaciones y cambiar perniciosas costumbres, solo dejaron ver que sus hábitos estaban muy arraigados y la única solución fue darles un castigo ejemplar. Acto seguido, el hechicero tomó agua de la fuente y rocío a las cuatro señoras.

En unos instantes ellas estaban retorciéndose y su piel endureciéndose, hasta que se convirtieron en serpientes de piedra que acabaron pegadas a cada lado del búcaro de la fuente. Y fue asi como desde aquel trágico día del siglo XIX, la fontana de Fresnito empezó a conocerse como “La Pila de las Culebras”. Convirtiéndose también en una de las leyendas mexicanas que traen consigo una valiosa lección, en este caso el recordatorio de que la gente chismosa tarde o temprano recibe su merecido.

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