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José de Leon Toral, asesino de Álvaro Obregón

Durante unos segundos ambos se miraron. José de León Toral se acercó al presidente electo Álvaro Obregón y le entregó con esa mano huesuda un dibujo a lápiz de su perfil. Obregón, que no traía el saco abrochado, por obvias razones, cogió el papel con el brazo izquierdo, -el derecho le había sido amputado-, y risueño, entre irónico y sorprendido por el bosquejo le dijo: “no me parezco”. Fueron sus últimas palabras antes de recibir un balazo en el rostro.

José de León Toral tenía 28 años y había vívido tiempos de angustia que sólo sofocaba el deporte. De pequeño hizo gimnasia, box, basquetbol y esgrima. Pero el futbol le apasionaba. Quizá lo único que superaba esa exaltación era su fervor religioso. Se decidió a matar a Obregón, que volvería a la silla presidencial, aunque fuera la ley Calles la que desató la Guerra Cristera.

En los interrogatorios reconoció su pasado: “Entré al Club Centro Unión en 1918 para jugar futbol”. No era otro que el América.

El historiador oficial del club, Héctor Hernández, asegura que en sus listados no aparece Toral como elegible en partidos de liga.

Sucede que sólo estuvo unos cuantos encuentros, antes de la temporada de 1918 en la Copa Amistad que realizaba el Club Asturias.

“No hay listas de los jugadores que participaron en esa copa. Posiblemente haya estado. Al América se acercaron 16 jugadores de los colegios maristas y algunos se mantuvieron como Carlos Garcés o Perico Legorreta para la época del tetracampeonato”.  

Rafael Garza Gutiérrez Récord, fundó, junto a otros chicos estudiantes de la Colonia Santa María La Ribera, el club América. Era 1916 y León Toral vivía en la misma colonia.

El América pasó tiempos de penuria hasta que en 1918 tuvo que nutrir sus filas con otro tipo de jugadores para combatir la angustia de las derrotas. Los fundadores no tenían mucho dinero para comprar uniformes, así que se acercaron a tres colegios maristas: Savignon, San José y Alvarado. Con los de este último llegó León Toral al América que cambió su nombre al Centro Unión con tal de que todos se sintieran integrados.



Con los maristas de Alvarado, llegó León Toral al América. Posaba siempre en la fila de abajo a la derecha. Era un fervoroso de la religión

Toral era un mediocampista de mucha energía y garra que los domingos procuraba ir a misa antes de ponerse a jugar. No se le recuerda de cualquier forma un acto negativo en el campo. Al contrario, era estudioso, caballeroso y empezaba a mejorar en sus habilidades con el dibujo. Fue parte de un equipo que tuvo en dos torneos de la Copa Amistad halagadores resultados, pero él no se quedó para cuando arrancó la liga. Por aquellos años se hicieron dos ligas: la Nacional y la Mexicana. En la primera estuvo el América con el España, Luz y Fuerza, Reforma y Amicale Francaise.

La discordia entre los maristas propició que se alejaran algunos y por ende, Garza Gutiérrez Récord volvería a tomar la iniciativa de llamar al equipo América.

Decepcionado, José de León Toral se integró a las filas de la Asociación católica de la Juventud Mexicana, aunque seguía jugando en algunos otros equipos en los que se topaba en el otro bando a su amigo Humberto Pro, hermano del sacerdote Miguel Pro, de papel preponderante en la Guerra Cristera.

El historiador Mario Ramírez Rancaño afirma: “Se metió al Centro Unión para practicar su deporte favorito, el futbol, pero después lo siguió practicando continuamente”.

 Quizá si León Toral hubiera seguido en el América su final sería otro. Pero movido infinitamente por la influencia de la madre Conchita, una monja superiora del convento de las capuchinas, indignada por la Ley Calles, se unió a una causa religiosa.

En 1917 intentaron matar a Álvaro Obregón en Chapultepec. Fueron bombas caseras y pistolas con desperfectos los que lo evitaron, porque Humberto, Miguel y Rodolfo Pro, además de Luis Vilchis, dudaron, hasta que todo les salió mal. A todos, con excepción de Rodolfo, los pasaron por las armas, a cambio, lo mandaron exiliado a La Habana. Hasta allá le escribió León Toral.

“Siento que no se haya consumado la valiente acción de tus hermanos. Uno centró, el otro remató y tú viste todo desde tu posición de portero. Sólo Dios Nuestro Señor sabe si algún día te cambiarán a delantero”. Esta carta fue publicada por el semanario  Proceso en 2012.

Rodolfo Pro apenas tuvo participación en el acto dinamitero contra Obregón y Toral, que intensamente intercambió cartas con él, le narraba su vida: “Sigo con lo del futbol y le tiro a lo más alto. También continúo con lo del dibujo y trabajo por la causa religiosa”.

Nacido en Matehuala, San Luis Potosí, en 1900, Toral soñaba con ser abogado, médico o ingeniero. Alguna vez pasó por la casa de José María Alzate 136 en donde se fundó el América. Incluso, cuando lo invitaron al Centro Unión, sonreía poco en las fotografías. El día que se decidió a matar a Álvaro Obregón, siguió al presidente electo desde la colonia Santa María la Ribera al restaurante de La Bombilla. Tocaba un vals la orquesta del maestro Alfonso Esparza. El rumor era que muchos querían matar a Obregón, entre ellos el propio Plutarco Elías Calles, que le cedería el poder. León Toral entró al restaurante y bebió un cuarto de cerveza. Entre su saco y el chaleco llevaba el arma. Tomó aire y se fue directo a la mesa de Obregón para mostrarle el dibujo. Lo vio sonreír antes de dispararle.

“Me dieron golpes muy fuertes, no sé cómo los aguanté. Tampoco supe cómo es que mi dedo apretaba una y otra vez el gatillo. Sé que lo hice por la causa de Dios. Me dieron puñetazos muy fuertes, pero para mí eran como almohadazos. Luego ya no supe de mí”.

Mientras Toral mataba a Obregón, el América era un equipo imbatible que buscaba su cuarto título en fila para emular al Reforma Athletic Club y el España.

Ante el Aurrera ganaron 3-1 el el último duelo de la temporada de 1928 con lo que se convirtieron en tetracampeones de un país que se quedaba sin presidente y daba paso al maximato de Plutarco Elías Calles.
 

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